En los primeros años de la Universidad, la mayoría de los profesores formaban parte del clero, aunque con el paso del tiempo, la laicidad se aplicó y así los abogados comenzaron a destacar sobre todo en clases de Historia.
Los educadores seguían una loable costumbre que ha conservado la Escuela de Medicina, obtenían sus cátedras por oposición y para sostenerla, debían solicitarlo del Rector, entrgar unos apuntamientos sobre sus estudios, sus grados obtenidos y sus méritos, y si eran aceptados, enviarían a las 4 o 5 horas de sacado en suerte el tema, una disertación y conclusiones sobre él, conclusiones que se repartían entre los coopositores por si querían argumentar algo sobre ellas. Una “Junta de Votos” presidida por el Arzobispo, era la encargada de calificarla, se buscaba en los catedráticos se decía entonces, “letras, virtud, ciencia y experiencia.”
Formar parte del cuerpo docente significaba un gran honor y prestigio, pero también una gran responsabilidad. En los primeros años de la Universidad, los opositores daban á sus jueces fastuosas cenas y obsequios cuando se iba a decidir la cátedra, práctica que se elimino al tiempo, y una vez aprobada la oposición, pagaban determinados derechos.
Durante el Virreinato, el reglamento indicaba que, para ser estudiante universitario, se necesitaba, además de ser varón, no haber sido por ningún motivo sentenciados por el Santo Oficio, no ser descendientes de negros, mulato o chinos, y no tener nota de infamia.
Los educadores seguían una loable costumbre que ha conservado la Escuela de Medicina, obtenían sus cátedras por oposición y para sostenerla, debían solicitarlo del Rector, entrgar unos apuntamientos sobre sus estudios, sus grados obtenidos y sus méritos, y si eran aceptados, enviarían a las 4 o 5 horas de sacado en suerte el tema, una disertación y conclusiones sobre él, conclusiones que se repartían entre los coopositores por si querían argumentar algo sobre ellas. Una “Junta de Votos” presidida por el Arzobispo, era la encargada de calificarla, se buscaba en los catedráticos se decía entonces, “letras, virtud, ciencia y experiencia.”
Formar parte del cuerpo docente significaba un gran honor y prestigio, pero también una gran responsabilidad. En los primeros años de la Universidad, los opositores daban á sus jueces fastuosas cenas y obsequios cuando se iba a decidir la cátedra, práctica que se elimino al tiempo, y una vez aprobada la oposición, pagaban determinados derechos.
Durante el Virreinato, el reglamento indicaba que, para ser estudiante universitario, se necesitaba, además de ser varón, no haber sido por ningún motivo sentenciados por el Santo Oficio, no ser descendientes de negros, mulato o chinos, y no tener nota de infamia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario